Lo contrario de la cooperación es el conflicto evolutivo. Este término se puede usar con diferentes matices según el contexto. En general se refiere a cuando dos ejemplares contribuyen a la evolución de un carácter pero cada uno lo hace desde su propio interés, contrapuesto al del otro. Por ejemplo, hay conflicto entre los individuos cuando los machos de una misma especie luchan para defender un territorio de caza. También cuando las células independientes (capaces de reproducción vegetativa) del moho del fango (Dictyostelium sp) deciden unirse para formar un órgano reproductivo, que sólo dejará reproducirse sexualmente a unas pocas de las células. El conflicto surge aquí en la elección del subconjunto de células a partir de la cuales serán seleccionadas las reproductoras.
Las especies tienen diversas estrategias para solventar estos conflictos de manera que produzcan el menor daño posible para los individuos, y por tanto para la especie. Un problema aparentemente sencillo de cómo compiten los ejemplares de una misma especie para obtener los recursos presenta soluciones inesperadamente más complejas de lo anticipado. Por ejemplo, imaginemos dos tigres machos que se encuentran en un determinado sitio, uno se encuentra en su territorio y el otro viene de fuera y aspira a luchar para desalojar al anterior dueño del mismo. En la mayoría de las especies, incluidos los tigres, este tipo de enfrentamientos no terminan con la muerte de alguno de los contendientes, sino que se han desarrollado estrategias evolutivas alternativas para resolver ese tipo de conflictos.
Comprender este tipo de problemas fue muy difícil hasta la llegada de una herramienta matemática: la teoría de juegos, desarrollada por el matemático John Nash, y aplicada a contextos evolutivos por el biólogo Maynard Smith. La teoría de juegos no la vamos a explicar en este apartado, y para cualquiera interesado en profundizar en ella hay múltiples herramientas en Internet para comprender los fundamentos matemáticos y algunas de sus aplicaciones (ver por ejemplo: http://game-theory-class.org/). Nos basta decir que la idea consiste en modelar 2 o más estrategias biológicas en un determinado contexto. Por ejemplo, la lucha entre ejemplares de la misma especie que utilicen una estrategia dura o estrategia halcón, donde se continúa la lucha encarnizadamente hasta la victoria o derrota final, y una estrategia blanda o estrategia paloma, en la que se opta por huir de la contienda en cuanto las cosas empiezan a ponerse difíciles. La teoría de juegos permite desarrollar unas ecuaciones que predicen cuál es la estrategia matemáticamente más estable para los individuos de la población cuando éstos tienen la capacidad de elegir entre ambas opciones (ver Figura 2). La teoría de juegos ha permitido desarrollar el concepto de estrategia evolutivamente estable, que es aquella que coincide con la esperada bajo la teoría de juegos, demostrándose que en muchos casos la estrategia que se encuentra en la naturaleza es de este tipo.
Un ejemplo clásico de conflicto evolutivo se da en las camadas de muchas especies cuando los hermanos pueden desarrollar estrategias evolutivas egoístas o colaboradoras. Así, en las aves se pueden observar desde especies en la que los hermanos aparentemente viven en harmonía y no presentan comportamientos agresivos entre ellos (gallinas, muchas especies de patos, etc) a especies en las que el asesinato de un hermano por otro va desde un evento ocasional (en el martín pescador de Australia; Dacelo novaeguineae) a otras en el que resulta el suceso más probable (Gaviota de pata azul de las galápagos; Sula nebouxii; Figura 3).
Otro de los mejores ejemplos de conflicto evolutivo (pero también incluyendo la posibilidad de cooperación) se da durante la selección sexual. Como ya hemos visto con anterioridad la selección sexual fue propuesta por Darwin para tratar de explicar algunos caracteres extravagantes típicos en machos de algunas especies. Si atendemos a los mecanismos propuestos por Darwin, la selección sexual se podría dar por competencia entre ejemplares del mismo sexo, o bien por la elección de ejemplares de un sexo por el otro. El mecanismo de competencia no presenta problemas en sí mismo, pero el mecanismo de elección de ejemplares de un sexo por el otro fue muy criticado en tiempos de Darwin y con posterioridad, y no ha recibido un fuerte respaldo experimental hasta épocas más recientes.
Hoy en día está fuera de toda duda que en muchas especies uno de los sexos (o los dos) es capaz de presentar preferencias específicas por algunos ejemplares del otro sexo que presenten atributos específicos, cierto tamaño, color o comportamiento, etc (esto es una elección de ejemplares de un sexo por el otro). El conflicto evolutivo está muy presente durante la selección sexual, porque como hay dos sexos que son necesarios para la reproducción, es frecuente que a menudo cada uno de ellos entre en conflicto parcial con el otro desarrollando cada uno estrategias parcialmente distintas durante la reproducción (Futuyma 2009). Por ejemplo, los machos de muchas especies tienden a priorizar un mayor número de cópulas (antes que una mayor calidad), mientras que las hembras se preocupan por seleccionar con más cuidado al macho con el que copulan. La razón de ello en esas especies es que las hembras realizan un mayor esfuerzo reproductivo que los machos en forma de producción de huevos o cuidado de la prole. Sin embargo, en los organismos en los que el esfuerzo reproductivo se ha invertido. Por ejemplo, en caballito de mar suele ser el macho el que cuida de la prole y esos roles (estrategias) de búsqueda de cópulas selectivas y no selectivas están invertidos entre machos y hembras (Figura 4). Este patrón invertido de roles sexuales sólo se produce, sin embargo, en especies polígamas (en las que se pueden dar muchas cópulas distintas entre machos y hembras) pero no se da en las monógamas (Vincent et al. 1992).
Para saber más:
Futuyma, D. 2009. Evolution, second edition. Sinauer Associates, Inc., Massachusetts.
Vincent, A., Ahnesjö, I., Berglund, A. and G. Rosenqvist. 1992. Pipefishes and seahorses: are they all sex role reversed? Trend in Ecology and Evolution, 7: 237-241.