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La teoría de la evolución

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Tal y como señalamos en una página anterior anterior, la teoría de la evolución es una teoría científica. Ahora bien, ¿qué es una teoría científica? ¿Y en qué consiste exactamente la teoría de la evolución?

¿Qué es una teoría científica?

A menudo, en nuestro día a día empleamos la palabra “teoría” con una serie de significados muy particulares. Por ejemplo, en muchas ocasiones entendemos que las cosas “teóricas” son aquellas muy alejadas de la práctica. Otras veces decimos: “en teoría, esto debería suceder así”, con lo que nos referimos a que tenemos la expectativa de que, si nada falla, las cosas deberían acontecer de un modo determinado. Por último, en otras ocasiones empleamos la palabra “teoría” para referirnos a una conjetura sin fundamento que se nos ha ocurrido para explicar algún hecho llamativo, como cuando decimos: “Tengo una teoría para explicar por qué a Roberto le gusta sentarse siempre en la fila izquierda de los asientos del metro.”

No obstante, el significado del concepto “teoría” en la ciencia es muy distinto de las anteriores acepciones. No significa ni algo alejado de la práctica, ni una expectativa, ni una conjetura sin fundamento.

De acuerdo con la concepción clásica en filosofía de la ciencia, las teorías científicas son una serie de enunciados que pretenden explicar los mecanismos por los cuales se produce una determinada pauta observable en el mundo. Por ejemplo, la teoría heliocéntrica explica los movimientos aparentes de los cuerpos celestes (aquellos observables desde la Tierra) por medio de diversas asunciones acerca de la estructura del sistema solar y las trayectorias reales (aunque inobservables directamente) de dichos cuerpos celestes (Hempel 2006). Por el hecho de explicar las regularidades observables en función de sus mecanismos subyacentes, la comprensión de la naturaleza proporcionada por las teorías científicas es más amplia y profunda que la mera descripción de dichas regularidades.

Más en concreto, las teorías científicas están compuestas por dos tipos de enunciados: los enunciados teóricos y las denominadas “reglas de correspondencia”. Los enunciados teóricos especifican las entidades y procesos inobservables que postula la teoría como explicaciones, así como las leyes o pautas que rigen estas entidades y procesos. Por su parte las reglas de correspondencia son sentencias que conectan los enunciados teóricos con el conjunto de enunciados observacionales que la teoría puede explicar, permitiendo así su contrastación empírica (véase la figura 1).

Figura 1. Representación esquemática de la estructura de las teorías científicas. En ella podemos ver cómo las teorías científicas están compuestas por dos clases de enunciados, los enunciados teóricos y las reglas de correspondencia. Los enunciados teóricos establecen los mecanismos que explican los hechos o regularidades observacionales de interés. Las reglas de correspondencia se conectan con los enunciados observacionales, que a su vez describen dichos hechos y regularidades.

Veamos un ejemplo de lo anterior estudiando la estructura de la teoría mendeliana de la herencia. Esta teoría pretende explicar una serie de patrones observacionales relacionados con la herencia de los caracteres biológicos, tales como el color de los ojos en los humanos o la forma de las semillas de los guisantes. Dichos patrones se formulan en un conjunto de enunciados observacionales, tales como: “Las parejas en las que un individuo tiene los ojos azules y el otro los tiene marrones suelen tener hijos con ojos azules en una proporción comprendida entre el 50% y el 0%”. Por su parte, los enunciados teóricos de la teoría mendeliana de la herencia incorporan una serie de términos referidos a entidades inobservables, tales como “gen”, “alelo dominante”, “alelo recesivo”, “individuo homocigoto”, etc., de los cuales también se predican una serie de regularidades. Por ejemplo: “Para expresarse, los alelos recesivos deben estar en homocigosis”. Estas regularidades formuladas en los enunciados teóricos pretenden dar cuenta de las pautas expresadas en los enunciados observacionales; sin embargo, para ello es necesario que las reglas de correspondencia establezcan la forma en que unos y otros enunciados se conectan. Así, por ejemplo: “Si los ojos azules son un rasgo producido por un alelo recesivo en el gen que se encarga de codificar para el color de ojos, se espera que en la generación filial haya un 50% de individuos con ojos azules si el padre de ojos marrones es heterocigoto y un 0% si es homocigoto dominante.” En definitiva, las reglas de correspondencia ejercen de “puentes” entre los enunciados teóricos y los observacionales. Es por ello que algunos filósofos de la ciencia los han denominado también “principios puente” (Hempel 2006).

Antes de pasar a comentar la teoría de la evolución, cabe señalar una cuestión más: para que una teoría sea plenamente científica, esta ha de cumplir ciertos requisitos. Por ejemplo, los enunciados teóricos que componen las teorías científicas han de estar formulados claramente, de forma que de ellos se puedan deducir predicciones claras y contrastables. Además, es altamente deseable que las teorías científicas tengan capacidad unificadora, esto es, que sean capaces de dar cuenta de un conjunto diverso y amplio de regularidades observacionales. Por último, muchos científicos y filósofos valoran que las teorías científicas sean simples, es decir, que no postulen más entidades teóricas de las que sea estrictamente necesario para explicar los fenómenos. En cualquier caso, la simplicidad, también denominada a veces “parsimonia”, es un criterio más discutido que la claridad o la capacidad unificadora (véase Crisci 1982).

Ahora que ya sabemos en qué consisten las teorías científicas, estamos en mejor disposición para abordar la cuestión de qué es la teoría de la evolución.

La teoría de la evolución

Una buena forma de comenzar a tratar esta cuestión es distinguir entre tres aspectos de la evolución de acuerdo con el criterio del biólogo evolutivo Francisco J. Ayala (Ayala 1985). Para este autor, la evolución puede referirse el hecho evolutivo propiamente dicho, al camino que ha tomado la evolución a lo largo de la historia de la vida y a la teoría de la evolución.

La evolución como hecho se refiere a la constatación empírica de que el fenotipo y el genotipo de las poblaciones de organismos cambian a lo largo de las generaciones. Tal y como se puede ver en el apartado relativo a la historia de las ideas evolutivas (), la evolución comenzó a ser discutida con gran intensidad a principios del siglo XIX. Sin embargo, fue Charles Darwin quien aportó las pruebas necesarias para establecer el hecho de la evolución más allá de toda duda razonable. Hoy en día, el hecho de la evolución es asumido sin la más mínima discusión por la práctica totalidad de científicos independientemente del área de estudio al que pertenezcan.

Por otro lado, la evolución como camino se refiere a las trayectorias particulares que han experimentado los distintos linajes de organismos desde el origen de la vida hasta nuestros días. Una de las constataciones que realizó Darwin al respecto de la evolución es el parentesco último de todas las especies de organismos del planeta. Es decir, todos los organismos actuales descendemos en última instancia de un único ancestro común que vivió hace aproximadamente unos 3800 millones de años y al cual se le conoce en la literatura científica con el nombre de LUCA (“Last Universal Common Ancestor”). Los biólogos evolutivos que investigan el camino de la evolución tratan de averiguar las relaciones de parentesco exactas entre los organismos actuales por medio de árboles filogenéticos y, además de ello, procuran también trazar el cómo, el cuándo y el dónde de la evolución de los distintos grupos de organismos, ya sean actuales o extintos. El conocimiento del camino de la evolución es todavía incompleto, pero los avances de las últimas décadas en paleontología y genética molecular han contribuido a aumentar exponencialmente lo que sabemos acerca de las relaciones de parentesco entre los distintos organismos.

Por último, tenemos la evolución como teoría. La evolución como teoría se refiere a los mecanismos por los cuales funciona la evolución. Dejando a un lado los debates actuales, la teoría de la evolución postula que la evolución de los organismos es el resultado de la acción conjunta de cuatro fuerzas principales: la selección (tanto natural como sexual), la deriva genética, las mutaciones y la migración. La estructura de la teoría de la evolución relaciona estos cuatro mecanismos con el hecho observable de la evolución por medio de diversas reglas de correspondencia que permiten contrastar empíricamente sus postulados. De hecho, la teoría de la evolución ha sido puesta a prueba en innumerables ocasiones, con resultados favorables en todas ellas. Por este motivo, en la actualidad la teoría de la evolución figura al mismo nivel que otras grandes teorías establecidas de la ciencia moderna, tales como la teoría de la relatividad, la teoría de la tectónica de placas, la teoría atómica o la teoría heliocéntrica.

En definitiva, la teoría de la evolución es el constructo que explica el hecho de la evolución, y lo hace apelando a cuatro mecanismos causales principales: la selección, la deriva genética, las mutaciones y la migración. En los próximos apartados profundizaremos más en la estructura y contenidos de esta gran teoría de la ciencia moderna.

Para saber más:

Ayala FJ (1985) The theory of evolution: recent successes and challenges. En: McMullin E (ed) Evolution and creation. University of Notre Dame Press, Notre Dame, pp 59-90.

Crisci JV (1982) Parsimony in evolutionary theory: law or methodological prescription? J Theor Biol, 97:35-41

Hempel CG (2006) Filosofía de la ciencia natural. Alianza, Madrid.

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