La selección artificial se produce cuando los seres humanos manipulamos la reproducción de las diferentes especies para producir cambios que nos interesan en alguno de los caracteres de nuestro interés. Los seres humanos llevamos milenios realizando selección artificial en muchas diferentes especies de plantas y animales (en realidad, en todas las especies domesticadas), aunque durante la mayor parte del tiempo esa selección se hizo de forma inconsciente, o al menos sin seguir ningún procedimiento formal de modificación. En los últimos 70 años, sin embargo, la selección artificial se ha convertido en una herramienta sistemática y poderosa que ha permitido aumentar la producción de nuestras especies de interés en un grado y a una velocidad nunca vistos. Estos logros se sustentan en la teoría genética cuantitativa y la mejora genética (Caballero 2017).
Desde un punto de vista histórico, el primer autor que advirtió el potencial evolutivo de la selección artificial fue Charles Darwin. El propio Darwin realizó múltiples experimentos de cría selectiva con palomas y otras especies de animales como forma de poner a prueba el potencial evolutivo de la selección artificial (véase Figura 1). De hecho, Darwin dedicó buena parte de El origen de las especies, así como todo un libro entero (La variación de los animales y las plantas bajo domesticación; 2008 [1868]) a explicar el funcionamiento de este mecanismo y su relación con la evolución.
La selección artificial nos aporta pruebas de dos hechos simultáneamente. Por una parte nos informa de la capacidad que tienen los organismos de cambiar, es decir, de evolucionar en un periodo de tiempo relativamente muy corto. Nótese que las razas de gran danés y chihuahua (Figura 2) difieren en un par de órdenes de magnitud en su peso, y sin embargo ambas evolucionaron en un periodo de, como máximo 40000 años, lo cual es un instante en la historia de la vida en la Tierra. Si solo en 40000 años una especie puede cambiar tanto como para pasar de un lobo a un chihuahua o un gran danés, no es difícil imaginarse todos los cambios evolutivos que pueden tener lugar en un periodo de tiempo de uno o dos millones de años. En este sentido, la selección artificial es una prueba clara de la existencia de cambio fenotípico (en la forma del cuerpo) y genotípico (en el ADN) intergeneracional, cambio que puede llegar a ser de gran magnitud.
Pero además, por otro lado la selección artificial sugiere cómo puede funcionar la evolución en la naturaleza cuando el ser humano no interviene en ella para favorecerla. En este caso, aquellos organismos que mejor sobreviven o sean capaces de dejar descendientes debido a las características que han heredado de sus padres, o a las que surjan por mutación, serán los que más contribuirán a la evolución de su especie. Tal y como ya hemos visto, este mecanismo se conoce como selección natural. La analogía entre la selección artificial y la selección natural fue uno de los argumentos clave de Darwin para defender su teoría de la evolución por selección natural (Ruse 1973).
Para saber más:
Caballero, A. (2017). Genética cuantitativa. Madrid: Editorial Síntesis.
Darwinn C. (2008[1968]). La variación de los animales y las plantas bajo domesticación. Madrid: Catarata.
Ruse M. (1973). The value of analogical models in science. Dialogue, 12(2): 246-253.